sábado, 9 de noviembre de 2013
TEDx Madrid
martes, 25 de junio de 2013
¿Pero quién diablos es Chueca?
Este
artículo lo escribí para el quinto número de la Revista Pastiche que podéis
encontrar en este vínculo.
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Federico Chueca, personaje a quien le debe el nombre el barrio, fue un compositor madrileño de zarzuelas, nacido en 1846. Fue uno de los más importantes representantes de lo que se llamó el Género Chico. Su actividad profesional como músico comenzó en el año 1875, acabando en el año 1904, cuatro años antes de su muerte. Sus obras más conocidas fueron Agua, azucarillos y aguardiente (1897) y La Gran Vía (1886). Pero él no fue el único compositor de zarzuelas en nuestro país. Como Chueca, había multitud de músicos de alta talla que extendieron este género musical por toda la geografía española durante los siglos XIX y XX especialmente.
Busto de Federico Chueca en el madrileño Parque del Retiro. |
Pues bien, es necesario romper una lanza por estos géneros musicales olvidados, y más concretamente en favor de la Zarzuela. Tanto la Copla como la Zarzuela presentan una idea en el imaginario colectivo como si tuviesen un tinte franquista o rancio, de esa época oscura de España. “Antología de la Zarzuela, del rejoneo y la castañuela” cantaba Siniestro Total en su ácida canción intitulada “El regreso del hijo del zombi Paco”,
La Zarzuela es un género musical del que ya hay referencias escritas por Calderón de la Barca allá por el siglo XVII[1]. Las zarzuelas son, de alguna manera, nuestras operetas low cost, si bien algunas de ellas eran prácticamente operas en el sentido más estricto, como por ejemplo Marina, de Arrieta, que comenzó como una zarzuela en dos actos y acabo siendo una ópera de tres actos. Era una mezcla entre teatro y música. Un estilo musical que técnicamente sería equivalente a las operetas italianas que, a diferencia de las óperas contemporáneas, alternaban partes habladas con partes musicales. Si bien las zarzuelas comenzaron siendo un asueto para la monarquía española (desde tiempos de Felipe IV), con el paso del tiempo fue asimilada por el pueblo llano, adoptando características propias de esta clase social. Los temas de los que trataban estas obras eran generalmente asuntos comunes de la calle, del pueblo, historias universales si se quiere, recurrentes en la literatura de todos los tiempos. Historias costumbristas, de amores, de traiciones, en ocasiones de conjuras palaciegas, del adinerado que se enamora de la bella aldeana… Se suelen relacionar con el Madrid castizo debido a que muchas de las más conocidas zarzuelas están ambientadas en Madrid; sin embargo, esto no es del todo exacto. Por poner algún ejemplo, La tabernera del puerto ocurre en Cantabria, Gigantes y Cabezudos en Zaragoza, Bohemios en París o El huésped del sevillano en Toledo.
En la Zarzuela se pueden distinguir tres subgéneros. En primer lugar está la Zarzuela Mayor o Grande, que como se puede uno imaginar, tenían temáticas serias o dramáticas, con una estructura, complejidad argumental y longitud mayores que el resto de subgéneros. En segundo lugar, tenemos el Género Buffo. Surgió en torno al año 1870 como consecuencia de una serie de crisis socio-económicas en la sociedad española, que hizo imposible para el ciudadano de a pie asistir al teatro por sus desmesurados precios. De este modo, aparecieron representaciones cortas, de apenas una hora, que trataban con gran simpleza argumental y musical temas amenos para el pueblo, tales como mitos históricos, la realeza –recordemos que la primera República Española se proclamó en el año 1873–, el ejército, la política, etc., siempre con un punto cómico, a menudo caricaturesco, con el único afán de entretener al ciudadano a precios módicos. Finalmente, en el año 1873 –el género bufo tuvo un éxito tan grande como fulgurante– aparece el Género Chico, con autores de la talla del consabido Chueca, pero también Gaztambide, Tomás Bretón, Pablo Sorozábal, Amadeo Vives, Francisco Alonso, José Padilla o Federico Moreno Torroba, nombres que pueblan las calles de muchas ciudades españolas. El Género Chico, como tocaba temas cotidianos y costumbristas y las representaciones tenían un precio reducido, era un buen motivo de asueto para las clases humildes españolas. Corrían tiempos revueltos en lo político y lo económico (venida de la primera República, pérdida de las últimas colonias, etc.), y el pueblo necesitaba distracciones para evadirse de los problemas diarios. Se podría decir que se trataba del Sálvame de la época. Un espacio para liberar la mente, reírse un poco con las historias tragicómicas que se representaban o de las críticas sociales y, además, escuchar buena música.
Imagen de "La del manojo de Rosas", de Pablo Sorozábal. |
Una posible explicación a este fenómeno podría ser que durante los años 60s y especialmente en los 70s se reaviva en España el interés por la Zarzuela. Cuestión de modas, como ocurre a menudo. Del mismo modo que en los 2000s volvieron a escena los musicales en las grandes ciudades de España y del mundo –por ejemplo, se representa Cats en múltiples países más allá de Broadway, El Rey León y su gira mundial, aún hoy representada en medio planeta, o The Man of La Mancha– en los 70 resurge la Zarzuela en España, que fue acogida con bastante éxito entre el público. Televisión Española emitió un programa llamado Antología de la Zarzuela, donde trabajaban actores y cantantes de primer nivel de aquel momento, como por ejemplo Alfredo Krauss, Plácido Domingo o Montserrat Caballé. Puesto que se mantuvo durante muchísimos años en antena, quizá a gran parte de la población actual le haga pensar que la zarzuela tiene un "tufillo franquista". Pero nada más lejos de la realidad.
Solemos renegar de nuestra historia y de nuestro bagaje cultural, generalmente por ignorancia o desinterés por lo antiguo. La vida en esta sociedad de consumo hace que tengamos que evolucionar a gran velocidad, y la enorme cantidad de estímulos a los que estamos sometidos (noticias, músicas, eventos de todo tipo) hace que tendamos a ir excluyendo más y más cosas de nuestras vidas. Da la sensación de que, en ocasiones, la globalización nos idiotiza, creando patrones comunes a lo largo y ancho del planeta. Hay auténticos grupos de clones que visten, leen y oyen exactamente lo que dicta la tribu urbana a la que pertenecen. Pero escuchar músicas diferentes, sea flamenco, música clásica, óperas, asistir a un ballet o a una zarzuela, no sólo es enriquecedor sino que seguramente sea necesario. Saber quién es Chueca, por qué un barrio de Madrid se llama así y a qué se dedicaba ese señor está bien, pero conocer a Sorozábal, o al Maestro Rodrigo, Falla o Granados es tan importante como saber quiénes eran Tchaikovski, Verdi, o músicos más modernos como John Coltrane, Frank Zappa o David Bowie. Conocer nuestra música también es conocer nuestra historia, y esto ayuda a construir nuestro futuro.
sábado, 7 de febrero de 2009
Sobre la evolución de las especies
Todos hemos oído cómo sacó sus conclusiones y formuló su teoría evolucionista observando, dibujando y estudiando los animales y los fósiles que se iba encontrando a lo largo de su viaje en el famoso Beagle por sudamérica, el Océano Pacífico y el Índico.
Sin embargo, ¿es algo que se le ocurriera a él de manera espontánea tras realizar dicho viaje? Lo cierto es que no. El gran problema que se encontraban los investigadores del siglo XVIII y XIX era el yugo de la religión. No pocos científicos se aventuraron a sugerir una posible evolución de las especies en nuestro planeta, pero nadie tuvo el coraje suficiente para decirlo en voz alta. Y he ahí donde radica el mérito de Darwin.
Uno de mis ejemplos preferidos es el de Georges Louis Leclerc, conde de Buffon. Leclerc era un científico naturalista francés que vivió entre los años 1707 y 1788, 100 años antes que Darwin. Entre las muchas cosas que hizo a lo largo de su vida, me gustan especialmente los estudios que realizó sobre la edad de la Tierra basándose en el tiempo de enfriamiento de bolas de hierro fundidas. Utilizando esos datos, extrapoló los resultados al tamaño de la Tierra, y su conclusión fue que la edad de nuestro planeta era de unos 50000 años. Ahora estas cifras suenan ridículas, pero entonces se daba por hecho que la Tierra tenía 6000 años, tal y como decían las Sagradas Escrituras. La Iglesia tomó cartas en el asunto y el miedo le hizo retractarse y retirar tales afirmaciones.
Volviendo al tema de la evolución, se puede considerar que Leclerc fue realmente el padre de la paleontología, o lo que es lo mismo, de las teorías de la evolución.
"Podremos también decir que el hombre y mono, como caballo y asno, tienen un origen común; que en toda familia, tanto animal como vegetal hay un único tronco, e incluso que todos los animales proceden de uno solo que con el paso del tiempo, al ir perfeccionándose o degenerando, ha dado origen a todas las demás razas animales." (Historia Natural, tomo 4, 1753, pág. 382)O dicho de otro modo: existe la evolución. No provenimos de una mano creadora tal y como dice la Biblia. Quiero hacer hincapié en la fecha de publicación: 1753. Darwin publicó El Origen de las Especies en 1859. Bastante sorprendente, ¿no?
Entonces, si Leclerc dijo esto cien años antes, ¿por qué Darwin es el personaje conocido y él no? Es bien sencillo. La explicación la encontramos en la siguiente página de su Historia Natural:
"¡Pero no! Por la revelación sabemos con certeza que todos los animales son igualmente consecuencia del acto de creación; que la primera pareja de cada género y de todos los géneros salió en su total perfección de las manos del Creador. Y debemos creer que entonces eran casi iguales a como se nos presentan hoy en día en sus descendientes» (Historia Natural, tomo 4, 1753, pág. 383).Y no le culpo que dijera eso. Por aquel entonces no se andaban con tonterías. Te acusaban de hereje y te sometían a horribles torturas. Pero lo importante es que sentó las bases de la teoría de la evolución que más tarde recogieron otros ilustres personajes como Lamarck (padre del término Biología) o el propio Darwin.
Desde aquí quiero hacer un homenaje a este gran científico, desconocido para la mayoría, que se adelantó 100 años a Darwin.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Las divertidas mafias alrededor del protocolo de Kioto
Hoy os voy a contar un hecho bastante curioso que ocurre (al menos) en España. Es cierto que en España hay un sistema que penaliza a las industrias que más CO2 emiten a la atmósfera. Como es lógico, determinadas industrias básicas, debido a su actividad, emiten más que otras. Es por tanto razonable que haya unas cuotas de emisión en función del tipo de actividad y del volumen de producción que haya. Esas cuotas de emisión (ya no sólo de CO2, sino también de otros contaminantes) están fijadas por un organismo dependiente del Estado. Periódicamente hay inspecciones que miden la cantidad de dióxido de carbono y demás sustancias emitidas a la atmósfera. Aquellas industrias que sobrepasen el cupo asignado, son multadas.
Hasta aquí todo es razonable. Aparentemente se cumple la legalidad.
El problema surge cuando se genera todo un mercado negro del CO2. ¿Qué cosa más extraña, verdad? Os lo explico:
1.- Imaginemos una industria "limpia", es decir, que emite menos CO2 del que el Estado la permite, o lo que es lo mismo, ha hecho los deberes en cuestiones medioambientales. Pongamos, por ejemplo, que se trata de una industria farmacéutica.
2.- Imaginemos una industria "sucia", que emite más de lo que dicta la normativa. Digamos que se trata de una cementera.
3.- La industria farmacéutica recibe una palmadita en la espalda por no emitir más de lo debido. Al fin y al cabo, es su obligación.
4.- La industria cementera debe pagar una multa al Estado. La multa está fijada en función del volumen de CO2 emitido, pero el precio es fijo.
5.- Supongamos que ambas industrias llegan a un acuerdo para que la "limpia" le ceda su parte de cupo de emisiones de CO2 que no ha cubierto a la "sucia", de tal manera que la industria contaminante le pague un precio acordado entre ambas para compensar el exceso de emisiones. En otras palabras, ambas industrias cubrirían por completo el cupo de emisiones, sin infringir la normativa. Es como si dijéramos que la industria farmacéutica declara al Estado que emite parte del CO2 que en realidad está generado por la fábrica de cemento.
El precio de esa compra-venta de CO2 está fijado por la oferta y la demanda. Si un año, por el motivo que fuere, hay un exceso muy grande de emisiones de CO2 por parte de muchas industrias contaminantes, las industrias limpias (que no han cubierto su cupo de emisiones) alzarán el precio de compra de CO2, porque pueden ganar mucho dinero. Por otro lado, si ese precio es muy elevado, en ocasiones cuesta lo mismo comprar cupo de emisiones que pagar la multa, lo que se traduce, en términos económicos, en que da lo mismo emitir más CO2, porque el precio a pagar será aproximadamente el mismo, o incluso es más barato pagar la multa.
Es triste ver que el único motivo por el que a una industria le compensa reducir sus emisiones es por el dinero que puede ganar por medio de este negocio tan sucio.
Y lo mejor de todo es que esto es perfectamente legal (o al menos es alegal). ¿Por qué el Estado no hace algo para evitar estos negocios? ¿Por qué no se incentiva a las industrias limpias y se penaliza a las contaminantes? ¿Por qué se permite el comercio con CO2? ¿Qué doble moral es ésta?
Para finalizar, sólo decir que el CO2 producido a través de la combustión de materia orgánica, (a saber: todo tipo de restos vegetales, harinas cárnicas, restos orgánicos de basuras o animales, -en su momento, miles de vacas locas que fueron utilizadas como combustible en fábricas, por ejemplo-, etc.) no computan a la hora de contabilizar las emisiones de dióxido de carbono, sino solamente se cuentan las emisiones a partir de combustibles fósiles, lo cual también es absurdo. El alegato es que se trata de carbono que ya estaba en circulación en el ciclo normal del carbono.
viernes, 23 de mayo de 2008
El problema de Monty Hall
Estás en un programa de televisión en el cual tienes la posibilidad de ganar un coche. Frente a ti tienes tres puertas. Detrás de una hay un coche y en las otras dos, dos cabras. Debes escoger una puerta. Bien, haces tu elección, pero sin abrir todavía la puerta. El presentador del programa abre una de las otras dos puertas que no has escogido y muestra una cabra (porque él sabe qué hay detras de cada puerta, claro) y te dice que tienes una última oportunidad, por si quieres cambiar de idea y cambiar de puerta, antes de abrirlas y averiguar si te ha tocado el coche o la cabra.
¿QUÉ HARÍAS?
¿Te quedarías con tu puerta inicial o la cambiarías?
Si usas tu intuición pensarás que hay dos puertas, y por tanto un 50% de probabilidad de que haya una cabra o un coche. Al fin y al cabo, la otra cabra que ha quedado desvelada ya no contaría.
¡¡Pero en realidad, hay un 66% de probabilidades de ganar el coche!! Paradójico, ¿no?
Para matemáticos: Sea X:(Omega,P) -> {1,2,3} la puerta aleatoria detrás de la cual se encuentra el coche. Sea Y:(Omega,P) -> {1,2,3} la puerta que escoge aleatoriamente el candidato. Las variables aleatorias X e Y son estocásticamente independientes. Sea M: (Omega,P) -> {cabra,coche} lo que se encuentra detrás de la puerta que el moderador, de manera aleatoria, escoge (entre las que aún no se han abierto). Se cumple entonces [M=cabra] con probabilidad 1 (o siempre). La probabilidad que el candidato se lleve el coche bajo el supuesto que él no cambia de puerta es entonces P[X=Y/M=cabra]=P[X=Y]=1/3. La probabilidad que el candidato se lleve el coche bajo el supuesto que él cambia de puerta es entonces P[X<>Y/M=cabra]=1-P[X=Y]=2/3. (Esta es la solución correcta.) [Explicación: Wikipedia]
Por lo tanto, si cambiáis de puerta, dos de cada tres veces conseguiréis el coche, y si permanecéis en vuestros trece, sólo os lo llevaréis una de cada tres.
Moraleja: no hay que dejarse llevar por el instinto. Y es precisamente el instinto lo que la gente suele utilizar para tomar sus decisiones en lugar de la lógica.
El nombre del problema viene del programa televisivo estadounidense Let's Make a Deal, cuyo presentador se llamaba Monty Hall.
miércoles, 5 de marzo de 2008
Cinco ideas locas para frenar el calentamiento global
La idea está siendo debatida en los círculos científicos, aunque es probable que jamás se lleve a cabo. En un estudio reciente se analizaron las consecuencias posteriores a la erupción del volcán Pinatubo en 1991, para concluir que el remedio podría resultar mucho peor que la enfermedad, ya que se producirían prolongadas sequías que afectarían directamente a la producción de alimentos. Además, la capa de ozono podría destruirse o dañarse seriamente, con el riesgo potencial de dejar pasar radiaciones capaces de acabar con la vida del planeta.
2) Glaciares recubiertos:
Aunque parezca increíble, la iniciativa ha sido aplicada a pequeña escala, con un éxito resonante. Una capa protectora de más de 3 mil metros cuadrados del material fabricado por Landolt fue colocado durante el verano pasado sobre un glaciar en Andermatt, Suiza, cuyo constante retroceso durante los últimos 15 años afectó seriamente a la actividad turística del lugar, basada en el esquí. El recubrimiento del glaciar con Optiforce permitió la conservación de una capa de hielo de más de dos metros de espesor, suficiente para que los esquiadores pudiesen disfrutar del principal atractivo de la región.
Claro que pasar de esta experiencia a una aplicación masiva de material protector sobre los principales glaciares del mundo, resultaría demasiado costoso y poco práctico; por lo que es improbable que esto se produzca en un futuro cercano.
3) Plantas reflectivas:
La ingeniería genética podría servir para la creación de especies vegetales con mayor capacidad reflectiva. De hecho, existen variedades de soja alteradas genéticamente que reflejan un 5% más de radiación solar que las especies tradicionales. Sin embargo, los alcances de la manipulación genética son todavía fuente de polémicos debates y no sabemos hasta qué grado se aprobará este tipo de técnicas en el futuro.
4) Techos de color blanco:
Esta idea no es tan alocada como las anteriores y tal vez se pueda aplicar pronto y sin demasiadas complicaciones, aunque con resultados dudosos. Los estudios preliminares realizados por científicos de la Universidad de Columbia indican que pintar los techos de blanco de todos los edificios del planeta, podría contrarrestar la tendencia actual de calentamiento global.
Los modelos matemáticos utilizados para llegar a esa conclusión determinaron que el incremento de la reflexión solar obtenida al pintar todos los techos de blanco de todas las construcciones de la superficie terrestre, harían variar el albedo del planeta de 0.29 a 0.30, cantidad suficiente para que la temperatura global descienda hasta un grado centígrado. [N. del e.: De esta manera estamos también aumentando el albedo (la cantidad de luz reflejada al espacio) contrarrestando los descensos del mismo producidos por el retroceso de los glaciares].
Sin embargo, el modelo matemático aplicado no contempla la influencia de la atmósfera ni de las nubes, por lo que es probable que esta solución no resulte tan efectiva como se promete. Pero si alguien tiene la oportunidad de pintar el techo de su hogar de blanco, no pierde nada con intentarlo.
5) Espejos en órbita:
domingo, 2 de marzo de 2008
¿Querubines?
Bien, todos hemos oído hablar de los Querubines... sí, ya sabéis, esas preciosas criaturitas de pelo rubio y rizado, colorados mofletes, cuerpecillo de niño gordo...
Angelotes filosofando
¡MENTIRA!
Ahí arriba os estoy definiendo a los "angelotes", que científicamente reciben el ridículo nombre de Putti. Los querubines son ángeles, sí... pero de otro tipo muy distinto.
Pequeños Puttis albañiles trabajando en la obra
A ver por dónde empiezo... Ah, sí. Lo primero que hay que decir es que hay muchos tipos de ángeles. De hecho, la teología cristiana establece nueve "coros angélicos", divididos en tres "Esferas". Os los voy a nombrar empezando por los más bajos:
- Arcángeles
- Virtudes
- Principados
- Dominaciones
- Tronos
- Querubines
- Serafines
Un querubín es un terrible monstruo de seis alas llenas de ojos, armado con una espada de fuego y una mala hostia que te pasas. Dios colocó dos de esos para guardar el Edén después de expulsar a Adán y Eva, rodean como soldados el trono de Dios... en fin, unos ángeles muy muy chungos.
No hagáis mucho caso a lo que dice la wikipedia sobre ellos, no tienen ni cuatro cabezas ni ruedas ni nada por el estilo. Ahí están mezclando querubines con serafines y con el tetramorfos (las imágenes simbólicas de los evangelistas).
Así que ya sabéis, cuando, hablando de un bebé, alguien diga "aaaay, es un querubín diminuto...", reíd para vosotros. O también podéis utilizar esta joya para insultar a los nenes más horrendos sin que mamá se entere.
Para terminar, os dejo una imagen más moderna, pero bastante acertada (excepto por lo de los ojos en las alas) de estos ángeles farrucos.
Un auténtico Querubín, pero sin ojos en las alas (¿tuerto?)