La expresión de los materiales es algo que lleva carcomiendo las mentes de los más grandes artistas y arquitectos europeos desde el Siglo XIX hasta nuestros días. Fue a principios del Siglo XIX cuando

se empezó a recuperar el valor plástico de los materiales constructivos en sí mismos. Ya nadie quería ver el Partenón pintado con colores chillones (ver foto) que tanto enamoró a los antiguos y tantos quebraderos de cabeza ha traído a la hora de la Restauración. Porque, ¿Qué debemos hacer? El mármol es un material muy noble y que merece ser visto
per se, pero es que ninguna edificación del Siglo V a.C. fue concebida así, como tampoco lo fue ninguna escultura griega hasta la época romana bajoimperial (Finales del siglo III en adelante), cuando gracias al paso del tiempo, algunas esculturas griegas
habían perdido todo el color y "resultaba que eran bonitas y todo". Así que ahí anda el debate del Partenón.
Esto se mantuvo durante toda la historia del arte. Se conservan restos de policromía en iglesias visigodas imitando mosaicos romanos, frescos del siglo VI en el Norte de Italia que nada tienen que envidiar a los de la Casa de los Misterios de Pompeya, incluso en pleno siglo XVIII, durante el barroco más abigarrado e insultante, se pintaba todo de arriba a abajo. Una honrosa excepción es el Neoclasicismo, período durante el cual, para adaptarse a los cánones grecorromanos, se dejaba todo sin pintar, pensando que los colores que se habían perdido durante los siglos nunca habían estado allí.
Lo mismo pasa con las
catedrales románicas. Y con las góticas, por sup

uesto. En toda Europa se hacían catedrales, todas ellas coloreadas con vivísimos colores, no hay más que echar un vistazo al Pórtico de la Gloria, o en el caso del gótico, cualquier catedral italiana, cuyos frescos se conservaban a la perfección.
¿Una horterada? Quizás. A mí, desde luego, sobre todo en el caso de las catedrales románicas, me lo parece, pero eso es irrelevante. Lo que importa es lo que ha pasado con esas pinturas. En algunos casos se ha salvado una parte, sobre todo en los templos italianos. ¿Y por qué los italianos, y no los franceses, por ejemplo? Muy sencillo. Mientras en Europa las iglesias estaban pintadas por maestros canteros que no tenían ni idea de proporciones, en Italia, donde el gótico llegó muy tarde, los templos fueron acabados muy a finales del siglo XIV o ya en el siglo XV. ¿Qué significa esto? Que
e
n el más "paleto" de los casos, una iglesia estaba pintada por Giotto (imagen), alguien que ya jugaba con la perspectiva, mientras que en el resto de Europa seguíamos viviendo en la más remota antigüedad artística en la que ni siquiera la proporción humana estaba definida.
Esto sirvió de excusa a los mal llamados "Restauradores" de los siglos XVIII y, sobre todo, del XIX, para mutilar las catedrales románicas y góticas y arrancarles toda la pintura, dejándolas frías y desangeladas.
Resulta que la policromía tenía varias funciones:
Por un lado, y principalmente, al estar aplicadas sobre una capa más o menos gruesa de cal (se pintaba al fresco en la época) se esterilizaba el edificio, para que no fuera azotado por las plagas de la época. Además, se podría utilizar como hospital, en caso de necesidad (mi próximo artículo versará sobre las diferentes utilidades de una catedral gótica).
Por otro lado, daba una sensación de calidez al edificio, reforzada por las vidrieras góticas (si el la entrada sobre las utilidades de la catedral sale un poco más ligera que esta barbaridad, quizás hable sobre la Metafísica de la Luz), que invitaba al fiel a entrar.
Por último, era una pintura que ayudaba a un público

analfabeto a comprender las Sagradas Escrituras. Por eso, las escenas más importantes están en la zona "más sagrada": El ábside y los cuerpos altos de la catedral, y las salidas del lado Este (esto es, el vástago en la planta de cruz) solían ir decoradas con escenas apocalípticas o crucifixiones, como advertencia a los fieles. (Explicación de la foto, al final).
¿Qué ocurre en este siglo XIX que, sin querer, he presentado como un monstruo destructor?
Ocurre que hay un movimiento que se ha venido llamando "Modernismo", y que tiene influencias orientales. Y ocurre que, gracias a la Revolución Industrial, se introducen nuevos materiales en la construcción, como el hierro, o el hormigón, que son baratos y muy resistentes.
Esto hace que los nuevos arquitectos adopten la influencia oriental sobre los materiales, y empiecen a valorar el material visto, sobrio, elegante. Algo que, sin duda, ha llegado hasta nuestros días, no tenemos más que mirar a nuestro alrededor, o incluso preguntarnos a nosotros mismos qué pasaría si, de repente, el Discóbolo de Mirón o la Catedral de Toledo estuviera pintarrajeada desde la cabecera hasta los pies, además con colores pasteles en el caso de la escultura y de fuerte contraste en la arquitectura. ¿Es alguien capaz de concebir la Estatua de la Libertad coloreada, o la zona AZCA de Madrid disfrazada de esa guisa? Seguramente, no.
Este entusiasmo por los materiales vistos se extiende tanto que, en las restauraciones de prácticamente todas las estructuras griegas, romanas, medievales o de cualquier época que han llegado hasta nosotros sean despojadas de su capa de pintura obligatoria que, en muchos casos, incluso tenían documentación de gran importancia. En el caso de las catedrales góticas, que es en el que estoy más puesto, sabemos que en la mayoría, firmaban el maestro constructor, el maestro cantero, el obispo, los principales contribuyentes, e incluso se incluían unos planos detalladísimos del edificio. Es muy fácil hablar despectivamente del mundo medieval y de edificaciones hechas "sin orden ni concierto, con parones inexplicables, etc" si se carece de la documentación necesaria. Qué coincidencia más cachonda que, justo, en todas las catedrales cuya documentación se ha conservado, se sepa detalladísimamente cuánto cobraba cada persona, quién era el maestro, cuál era SU CURRICULUM VITAE (verídico, el que lo dude, que me pregunte sobre la Catedral de Lérida), los congresos de artistas que se celebraban (venían artistas de todos lados, incluso del extranjero, para discutir, por ejemplo, si poner arbotantes, triforio, o muro doble, en tal o cual catedral, y las propuestas se sometían a voto), y a qué se deben "esos cambios de planteamiento tan raros".
La Expresión de los Materiales. En Occidente, gracias a ella, hemos destrozado todo lo que se ha puesto por delante en cosa de un siglo. ¿Quizás la herencia barroca?
Veremos si es así o es diferente en el Vol II: India y Asia oriental. (Música de fondo con los títulos "To Be Continued)
Obras de referencia:
Ahora, quizás os preguntéis por qué ha puesto la mielda del niño una foto de tres chalaos vestidos de gato con monóculo y banderas de EEUU en el brazo en posiciones bizarras mientras hablaba de las escenas apocalípticas a los pies de la catedral.
Os lo explico en un momento. Estamos representando una escena apocalíptica a la perfección.
Cristo, esto es, mi amiga Manuela vestida de gato con monóculo (no apreciable en la foto), lleva en una mano el Libro de la Ley, y con la otra bendice al mundo, sentada en el trono de Dios, sujeto por Querubines (nada que ver con lo que imagináis, los Querubines son los soldados de Dios, llevan una espada de fuego, tienen seis alas repletas de ojos y son capaces de matar a todo lo que se les ponga por delante. Lo que vosotros llamáis "querubines" realmente son "Amorcillos" o, en italiano, "Putti", que es mucho más divertido). Los Querubines son ángeles muy chungos, los genuínos Ángeles Farrucos. Pues eso, los querubines somos mi amiga Celia y un servidor, también disfrazado de Gato con Monóculo.
Tampoco se ve en la foto que Dios está pisando al mal, y nos faltarían los salvados a un lado y los condenados a otro, pero es que en mi equipo sólo éramos tres personas.
Ea, eso es una escena apocalíptica, y si nos cuesta tanto reconocerlo en la Edad Contemporánea, habéis de saber que en la Edad Media lo veían y reconocían como quien reconoce hoy una señal de tráfico. Lo juro.
Espero no haberos aburrido demasiado, gracias por la atención y todas esas chorradas que dicen los conferenciantes.
FINIS (mundi)